En el siguiente artículo se recopilan algunos aspectos destacados preocupantes del informe actual de la OMS: "Un mundo en peligro" y se analizan con más detalle a través de un ejemplo que refleja por qué somos demasiado lentos en reaccionar.
Al examinar el nuevo informe de la OMS sentí el impulso de recopilar los aspectos destacados –y si se me permite una opinión, todos muy alarmantes– para analizar el mensaje con más detalle. El informe afirma lo siguiente:
Si es cierto el dicho de que "el pasado es el prólogo del futuro", nos enfrentamos a una amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera de un patógeno respiratorio que mate de 50 a 80 millones de personas y destruya casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia global en esa escala sería catastrófica, creando estragos, inestabilidad e inseguridad generalizados. El mundo no está preparado.
Durante demasiado tiempo, hemos permitido un ciclo de pánico y negligencia cuando se trata de pandemias: aumentamos los esfuerzos cuando hay una amenaza grave, y luego nos olvidamos rápidamente de ellos cuando la amenaza desaparece. Ya es hora de actuar.
El mundo se enfrenta a un número creciente de brotes de enfermedades infecciosas. Entre 2011 y 2018, la OMS realizó el seguimiento de 1.483 eventos pandémicos en 172 países (3). Enfermedades propensas a epidemias como la gripe, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), el ébola, el zika, la peste, la fiebre amarilla y otros, son precursores de una nueva era de brotes de alto impacto y propagación rápida que se detectan con mayor frecuencia y son cada vez más difíciles de manejar.
Las posibilidades de una pandemia global están aumentando. Tomados en conjunto, eventos naturales, accidentales o deliberados causados por patógenos respiratorios de alto impacto plantean “riesgos biológicos catastróficos a escala global”.
El mundo no está preparado para una pandemia causada por un patógeno respiratorio virulento y de rápida propagación. Además de los trágicos niveles de mortalidad, una pandemia de este tipo causaría pánico, desestabilizaría la seguridad nacional y afectaría gravemente a la economía y el comercio globales.
La gran mayoría de los sistemas de salud nacionales no podría manejar una ingente afluencia de pacientes infectados con un patógeno respiratorio de fácil contagio y alta mortalidad.
Los patógenos respiratorios de alto impacto, como una cepa de la gripe especialmente mortal, plantean riesgos globales particulares en la era moderna. Los patógenos se propagan a través de las gotitas de la respiración; pueden infectar a un gran número de personas con gran rapidez y, con la infraestructura de transporte actual, trasladarse con rapidez entre diversas geografías.
Además de un mayor riesgo de pandemia causada por patógenos naturales, los desarrollos científicos permiten diseñar o recrear microorganismos patógenos en laboratorios. Si países, grupos terroristas o individuos científicamente avanzados crean u obtienen y, posteriormente, utilizan armas biológicas que presenten las características de un nuevo patógeno respiratorio de alto impacto, las consecuencias podrían ser tan graves como, o incluso mayores que, las de una epidemia natural, como también lo sería una liberación accidental de microorganismos con propensión a causar epidemias.
La lectura de la información anterior provoca temor y hace reflexionar sobre cómo podemos actuar para estar mejor preparados. Como es natural, existen recursos: desde vacunas y medicamentos hasta infraestructura y determinación política. Cuestiones enormes que tenemos que abordar. No obstante, después de más de 20 años de experiencia con la descontaminación del aire en entornos críticos hospitalarios, me pregunto por qué reaccionamos con tanta lentitud. Voy a poner un ejemplo en un ámbito que conozco muy bien.
El informe identifica los patógenos respiratorios de alto impacto como el principal riesgo de pandemia mortal. Conocemos desde hace tiempo que la cantidad de infecciones respiratorias causadas por núcleos de gotitas transmitidos por el aire ha aumentado. Normalmente hablamos de patógenos de tamaño muy reducido. El pérfido elemento invisible.
¿Qué hacemos al respecto? Nuestra tecnología en los hospitales aún se basa en filtros de fibra inventados en la década de 1950. Estos filtros no capturan virus y sirven de plataforma de crecimiento para bacterias y hongos.
A pesar de que contamos con tecnologías innovadoras que atrapan las partículas ultrafinas y eliminan todos los microbios en el proceso, existen directrices tradicionales que exigen filtración HEPA y se diseñan para este tipo de filtración. Incluso cuando el personal que trabaja en habitaciones de aislamiento para pacientes contagiosos siente temor ante la posible liberación de patógenos de los filtros de fibra, y la cantidad de presión negativa no es estable debido a la caída de presión constante, lo que crea factores de riesgo.
Tendríamos una solución para todos estos problemas solamente si las directrices y normativas siguieran el ritmo del desarrollo tecnológico. Simplemente, reaccionamos con demasiada lentitud.
Citas de: Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación. Un mundo en peligro: Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias. Ginebra: Organización Mundial de la Salud; 2019. Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 IGO.
Informe completo: https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_annualreport_2019.pdf
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